La iglesia del Señor Jesucristo, según el Nuevo Testamento, es una congregación local y autónoma de creyentes bautizados y asociados entre sí, a través de un pacto en la fe y el compañerismo del Evangelio. Cumpliendo las dos ordenanzas de Cristo, está gobernada por sus leyes, ejercitando los dones, los derechos y los privilegios con los cuales han sido investidos por su Palabra y que tratan de predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Cada congregación actúa bajo el señorío de Jesucristo por medio de procesos democráticos. Cada miembro de la congregación es responsable de dar cuentas a Jesucristo como Señor. Sus oficiales, según las Sagradas Escrituras, son los pastores y los diáconos. Aunque tanto los hombres como las mujeres están dotados para servir en la iglesia por igual, el oficio de pastor queda limitado estrictamente a los hombres, como establece la Palabra. También, en el Nuevo Testamento, se presenta a la iglesia en su ámbito universal como el cuerpo de Cristo, el cual incluye a todos los redimidos de todas las edades, etnias, lenguas, pueblos y naciones, sin ningún tipo de distinciones sociales.
La iglesia, siguiendo la tradición histórica desde la Resurrección, se congrega el domingo como un día especial para la adoración conjunta, en un mismo espíritu, y la devoción en conmemoración de la Resurrección del Señor y toda la obra salvadora.